Emil Theodor Kocher (1841-1917)
"El cirujano es un médico capaz de operar y que sabe cuándo no debe hacerlo". Así se expresaba el suizo Emil Theodor Kocher (1841-1917), figura excepcional de una cirugía que ya había asumido plenamente la asepsia y se asentaba sólidamente en la ciencia médica. Desarrolló su actividad más madura en los años finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, cuando se imponía una orientación quirúrgica restauradora de las funciones que, además de permitirse a ese fin tanto intervenir sobre tejidos sanos como respetar partes enfermas, realizaba aportaciones de primer orden a la medicina. Kocher reunía una serie de cualidades difíciles de hallar en una sola persona. A su gran destreza manual se unía una creatividad muy desarrollada para idear procederes e instrumentos originales adecuados a las exigencias de su muy perfeccionada técnica. Prefirió el trabajo lento, minucioso, sistemático y seguro frente a cualquier forma de apresuramiento en el quirófano, y abarcó campos muy diversos de la cirugía extendiendo a todos ellos su perfección técnica y su originalidad.
Pero era también un clínico extraordinario y un investigador infatigable que basaba su práctica en un conocimiento anatómico, fisiológico, patológico y clínico de gran altura. Es en particular importante su contribución al nacimiento de la endocrinología por sus hallazgos sobre la función tiroidea, que fueron consecuencia de su condición de cirujano y de su altura médica. Como es bien sabido, le valieron en 1909 el premio Nobel de medicina. Pero la obra de Kocher se extendía a todos los territorios del cuerpo humano. Sólo así puede entenderse que a pesar de haber dado su nombre a cuatro operaciones, una incisión y una maniobra operatoria, un fórceps, un signo y un reflejo, tan sólo el "signo de Kocher" concierne a la patología tiroidea: la asinergia oculo-palpebral que se observa en el bocio tóxico, cuando el paciente levanta la mirada. Los restantes atañen a la cirugía digestiva y osteoarticular.
Kocher nació en Berna en una familia acomodada. Fue un hombre reservado y severo que llevó una vida estable y tradicional: siempre fue un estudiante brillante, en su ciudad natal formó una familia y se entregó plenamente a su actividad profesional, en la que destacó tanto por su dedicación científica como humanitaria. Se formó con Langenbeck en Berlín, Billroth en Viena y con Lücke, a quien sucedió en la cátedra de Berna y en la dirección de la clínica universitaria a ella asociada. Kocher ocupó este puesto desde 1872 hasta el año de su muerte y creó una amplia escuela a lo largo de los 45 años de su labor en Berna. De ella salieron profesionales de la talla de C. Roux, de F. de Quervain o Harvey Cushing.
La tiroidectomía había sido una de las intervenciones vedadas a los cirujanos por el riesgo de hemorragia fatal, hasta el punto de indicarse sólo ante el peligro inminente de muerte del paciente por sofocación. La revolución quirúrgica había permitido practicarla asiduamente en las clínicas de vanguardia con un espectacular descenso de la mortalidad quirúrgica y, en esta situación, era una operación nada infrecuente también por molestias ligeras y por motivos estéticos.
Kocher perfeccionó los diversos procedimientos de tiroidectomía, extirpaciones y resecciones, de sus maestros Lücke y Billroth. Regló algunos y diseñó instrumentos como su pinza de hemostasia ("fórceps de Kocher") y una sonda especial para disecar la tiroides y su cápsula. Sus métodos, basados en un conocimiento anatómico exquisito, reglaban de forma sistemática la hemostasia y la individualización de cada estructura para eliminar el riesgo de lesión de los nervios recurrentes y de la laringe.Pero hasta la década de 1880, la cirugía y, más en general, la medicina, ignoraban de hecho en su práctica que la glándula tiroides tuviera función alguna de importancia para el organismo. Las investigaciones experimentales se encontraba en un punto muerto, y sólo se retomarían después de que Kocher advirtiera públicamente en 1883 sobre las consecuencias funestas de la tiroidectomía radical en el hombre, fruto de su experiencia quirúrgica.
El control estadístico de los casos quirúrgicos, que Billroth introdujo en Viena y Spencer Wells en Londres, era un hábito en la clínica de Kocher. Sin embargo, no era habitual el seguimiento postoperatorio del caso una vez que el paciente abandonaba la clínica. Parece que, alertado por J. L. Reverdin en 1882, Kocher revisó la evolución de las tiroidectomías que había practicado en los últimos diez años. De 101, 18 eran extirpaciones totales de la glándula. En su comunicación de abril de 1883, publicada ese mismo año, relacionaba directamente la intervención radical con un cuadro clínico de grave deterioro general, físico y psíquico, que denominó "caquexia estrumipriva". La cirugía se hizo eco inmediatamente, evitando desde entonces esta clase de operación. El propio Kocher modificó sus métodos y regló la lobectomía; Mikulicz, la lobectomía bilateral.
La comunicación de Kocher tuvo un gran peso en las investigaciones clínicas y experimentales que de forma sistemática dirigió la Sociedad Médica de Londres en toda Europa desde 1883. En 1888 se resolvió que cretinismo, mixedema y la "caquexia" postiroidectomía eran síndromes estrechamente relacionados, si no idénticos, y se debían los tres a la pérdida de la función tiroidea. Aunque en un principio Kocher había atribuido el síndrome a una lesión laríngea inadvertida que comportaba una alteración permanente de la hematosis y el consiguiente trastorno general de la nutrición del organismo, siguió investigando la función tiroidea durante toda su vida. En 1895 sugería la posibilidad de que la glándula tiroides contuviera iodo, el mismo año que el bioquímico alemán E. Baumann, de manera independiente, lo descubriera. En 1903 utilizó Kocher la radiación roentgen para tratar el bocio intratorácico. En 1914 logró el implante de tejido tiroideo de un bocio tóxico humano en médula ósea tibial de un paciente. Era el primer injerto tiroideo homólogo humano. En década de 1920, muerto ya Kocher, se seguía practicando habitualmente en la clínica de Berna, con mejorías transitorias en la mayoría de los casos.
Como "operación de Kocher" conocemos un método de excisión de la articulación del tobillo, otro para reducir la luxación subcoracoidea del húmero; un procedimiento de extirpacion de la lengua y otro de pilorectomía. Denominamos "maniobra de Kocher" a la movilización operatoria del duodeno para exponer las porciones retroduodenal, intrapancreática e intraduodenal del conducto biliar común, e "incisión de Kocher" a la subcostal que practicada en el lado derecho expone la vesícula biliar y vía biliar común, y en el lado izquierdo da acceso a la esplenectomía o a la anastomosis venosa esplenorrenal. "Reflejo de Kocher" es la contracción de los músculos abdominales subsiguiente a la compresión exploratoria del testículo.
Carla P. Aguirre. Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación (Universidad de Valencia- CSIC). Mayo, 2002.
Bibliografía
—Biographisches Lexicon der hervorragender Aerzte der letzen 50 Jahre (1880-1930), Munchen-Berlin, vol. 1 (1962) pp. 787.
—Kocher, E. T. (1898) Tratado de operaciones. Trad. de la 3ª ed. alemana por... R. del Valle. Aldabalde. Prólogo de Salvador Cardenal, Madrid, Admón. de la Revista de medicina y cirugía prácticas.
—Medvei, V.C. (1982) A history of endocrinology, Boston, MTP press. pp. 760-761.
—Wellbourn, (1990) A history of endocrine surgery. New York, Praeger. pp. 19-88.
—Zimmermann, L.; Veith, I. (1961) Great ideas in the history of surgery, Baltimore, pp. 499-518.